Tomado de Página Siete

Maggy Talavera, la periodista que venció el miedo a las nuevas tecnologías y reivindica la esencia del periodismo: la ética (paginasiete.bo)

No hay espacio para arrepentimientos en la vida de Rossana Margot Talavera Román. La periodista cruceña no duda en decir “si en algo le atiné fue en ser periodista”. Atiende a Página Siete en medio de una decena de tareas administrativas que no la ponen del mejor humor, pero tampoco la vencen. Y es que su carácter amable es más fuerte que cualquier tempestad, es difícil no escucharla sonreír. Ella es un ejemplo de que se puede ser muy rigurosa y seria sin dejar de ser alegre. Maggy, como es mejor conocida, dirige y conduce Periodismo Sin Photoshop en radio Marítima 100.9. La voz de la periodista se escucha todos los sábados por la mañana y en la esfera digital está en www.maggytalavera.com.

Boleros, música clásica, brasileña y un buen partido de fútbol son aficiones que hacen feliz a Maggy Talavera. Para disfrutar de la vida ahora mismo tiene tres libros que pasean cerca de ella, lecturas pendientes. En el podio de sus favoritos están las novelas, crónicas y biografías. De joven escribía prosas, hoy es selectiva cuando lee. De las delicias bolivianas ella elige la sopa de maní y el ají de lengua. A pesar de ser una cruceña de cepa no le gusta comer plátano en ninguna de sus formas, ni frito ni hervido. Tampoco la remolacha ni el camote. Así es la periodista que nació en el mundo sin redes sociales ni streaming y que hoy, junto con su equipo, entiende y se adentra en esta realidad.

Con 39 años de trayectoria, habla del periodismo con mucho amor. Así también, su corazón se emociona cuando se refiere a sus dos hijos: Santiago e Ignacio. Su foto de perfil en diferentes plataformas revela un poco de ese sentimiento. Una sonriente madre y periodista junto a sus retoños. Luego están una decena de premios y reconocimientos como las dos veces que fue condecorada con el Premio Nacional de Prensa o la Medalla al Mérito Nuevas Generaciones “Huáscar Cajías” que recibió y el Premio “Libertad de Prensa”, por mencionar únicamente algunos.

Cada presea refuerza su elección como periodista. Y esto no le quita la pasión que tiene en otras facetas de su vida. El mar y los bosques que pintan todo el horizonte de verde le dibujan una sonrisa inmediata. Tiene guardado como sueño no cumplido el tener una casita en algún lugar de la Chiquitania. En resumen, ama el verde y el agua. Y sus amores tienen relación con un novísimo apodo que le dieron sus amigas, radialistas, “Las Comadres”. Maggy es una lumbrera en el periodismo para muchas generaciones, de ahí el sobrenombre de curucusí, un bichito muy chiquito que ilumina en la oscuridad, que da luz. “Me encanta”, dice y sella con otra amable carcajada desde el oriente boliviano.

Esa luz se hizo notar en varios medios de comunicación como El Día, radio El Mundo, Presencia, Agencia internacional EFE, revista Reflejos, El Nuevo Día y como jefa de Redacción en el diario El Deber. De ahí en más hubo una catarsis en su vida. Decidió que su siguiente jefa debía ser ella misma. La revista Graffitti y el semanario Uno fueron parte de los retos que aceptó para lograr ese cometido de total independencia. En unos días será la primera presidenta de la Asociación de Periodistas de Santa Cruz. Frente a las formas del poder para captar medios de comunicación, ella responde segura y clara que son intentos totalitarios. El antídoto, explica, es uno solo, regirse al periodismo y ese solo tiene un camino: la ética.

¿Siempre quiso ser periodista?

Lo que yo deseaba hacer cuando estaba en el colegio era profesora de kínder. Ése era mi sueño. Tenía una prima que era maestra y cuando supo, hizo una campaña en toda la familia para que yo no sea profesora porque decía que los maestros no ganaban plata, que ganaban muy poco. Antes de salir bachiller descubrí y dije: quiero ser periodista, porque tuve una profesora de Literatura, Angélica Guzmán, que comenzó a hacernos a hacer unos periódicos murales y creo que ahí descubrí que me gustaba escribir. Además, yo era presidenta del curso y siempre estaba a cargo de los discursos que había que hacer en los actos cívicos y me parece que ahí fue. He sido así muy arrojada. Mi madre decía que siempre yo tenía un Dios aparte que siempre me protegió y no me pasó nada malo.

¿Cómo empezó?

Mucha gente se iba a estudiar fuera y no tenía que pagar la universidad independientemente si era pública o privada. Había convenio entre los países y yo apliqué. Me fui a estudiar a la Universidad Federal de Río Grande do Sul, Porto Alegre. Tenía 18 años y era la primera vez que me separaba así de mi familia. Me fui sola.

¿Cuál fue la etapa más complicada en este camino?

Si hay algo que yo le acerté en la vida fue en mi vocación. Yo nací para hacer periodismo. He tenido dos momentos complicados. Uno de ellos cuando tenía veintiocho años y estaba de ejecutiva del Sindicato de Trabajadores de la Prensa. Estaba en pareja y me embaracé de mi primer hijo. Tuve un momento muy conflictivo ahí, pero fue por cuestiones personales. Dejé de trabajar y comienzo a escribir desde mi casa para las revistas Reflejos, suplementos agropecuarios y sale la posibilidad de ser corresponsal de Presencia en Santa Cruz cuando estaba Ana María (Romero). No me voy a olvidar nunca de Anita. Fui luego corresponsal de la Agencia EFE porque necesitaba estar más tiempo en mi casa y el periódico siempre me absorbió mucho.

La segunda etapa difícil para mí fue cuando decido salirme del diario El Deber donde era jefa de Redacción y la idea de pretender algo nuevo con la idea de que no quería hacer nunca más empleada de nadie y que quería trabajar para mí, tener mi propio medio. Ahí nace el Número Uno con otro periodista Gerson Rivero y mi querido amigo Ricardo Serrano. Tres locos nos pusimos a sacar un semanario y finalmente tuvimos que dejarlo pues porque más eran las deudas que los ingresos. Ése fue un período muy difícil que casi me lleva a replantear por una cuestión de sobrevivencia si tenía que hacer otra cosa para vivir. Pero no, ahí estoy bateando la crisis.

Periodista y mamá, ¿cómo fue?

Tuve una suerte única de tener unos padres extraordinarios. Papito y mamacita que me suplieron en mucho. Yo he sido madre y padre prácticamente. Conté con el apoyo incondicional de mi padre. Él llevaba y recogía del colegio, de la guardería y de todo y mamacita era siempre atenta en el tema de las comidas. He tenido muchas ausencias, pero ellos viven conmigo hasta ahora.

¿Sintió que era más difícil al ser mujer?

No he sentido discriminación en lo laboral, sí dificultades por mi condición de mujer y de madre, pero en lo laboral no. Fui la primera secretaria ejecutiva del Sindicato de Trabajadores de la Prensa y hasta ahora no ha habido otras mujeres y de ahí, después de 34 años, cuando no debería ser noticia en el siglo XXI, es nomás noticia de que seré la primera mujer en la Asociación de Periodistas de Santa Cruz. Pero siempre que cuento lo mío debo reconocer que otras mujeres han sido excepciones, no han sido la regla. Seguramente no es la misma experiencia que han tenido la mayoría de las mujeres. Uno ve que cuesta todavía, pese a que en las aulas son mayoría mujeres, pero en los puestos de decisión todavía no están necesariamente representadas con esa misma equidad. O sea, ahí hay un larguísimo camino todavía por recorrer.

Periodismo en Santa Cruz ¿cómo lo ve?

No hay duda de que el peso económico que ha tenido el departamento hace también que empuje muchas otras cosas. Ahora hay una explosión de medios. Siguen muchos medios tradicionales, pero hay muchísimos, muchísimos emprendimientos independientes de mis excolegas de periodismo. Dependiendo de los medios tradicionales, si no fuera por eso, pues no sé qué estuviéramos haciendo ahorita, no gran parte de los periodistas estamos con emprendimiento de manera independiente.

¿Qué debemos aprender los periodistas del cambio que hay con las nuevas tecnologías vs. el periodismo tradicional?

Todo lo que pueden aparecer son nuevas herramientas para mejorar nuestro oficio. Yo soy una convencida de que el periodismo no tiene mayores secretos. Que para estar fuertes en esto uno tiene que volver a los orígenes nomás que son lo mismo. Es lo que uno busca, informar la verdad y ser lo más transparente posible y ético en el oficio. Nos plantean retos las redes sociales, todo el mundo ahora es un pequeño reportero, pero yo insisto que precisamente ahora que hay tanta información y cualquiera puede subir una nota o hacerse pasar por reportero, por periodista, aquí está donde nosotros, los que vivimos de verdad el periodismo, con vocación, con una formación que podemos tener una ganancia. Esa ganancia viene por la acumulación de los años de experiencia y las consecuencias o coherencia que hemos podido tener a lo largo de una trayectoria. Creo que eso es central en este momento. Tener muy en claro que el periodismo no tiene mayores misterios.

¿Qué hacer?

Hay que volver a los orígenes y reforzar esta cuestión de la ética y no dejarnos llevar por la presión de cuántos “me gusta”, cuántos seguidores tengo o el tema de los influencers que pueden tener más que uno. No dejarse llevar por esa corriente es determinante.

Hace más de una década tenemos un mismo partido político en el Gobierno. ¿Esto cómo repercute en el periodismo boliviano?

El tema de fondo es ¿cuál es el proyecto político, el proyecto de poder que tiene ese partido de Gobierno? y yo no tengo la menor duda de que el proyecto político de este partido de Gobierno es autoritario, con miras a ser totalitario también. Yo vengo repitiendo que en estos casi 40 años que tengo de trabajo no es que no haya habido antes dificultades o que todo fue una taza de leche, pero la presión permanente, dura, sistemática de un Gobierno que tiene el control absolutamente de todos los otros poderes, creo que no lo había vivido con tanta fuerza y con tanto peso como lo estoy sintiendo en estos tiempos.

¿Cómo afecta eso a la población?

Hay mucha confusión y la apuesta del Gobierno con el paralelismo es muy dañina. Ha causado mucho daño a las instituciones. La misma federación, lo que era antes sindicato, hoy es Federación Sindical de Trabajadores Campesinos, tiene dos cabezas. Una que fue la elegida de verdad, pero que fue después expulsada de la sede y tomada por otra plancha que fue proclamada en la Central Obrera Departamental afín al partido de Gobierno. Eso también está pasando ahora.

¿También pasa en el periodismo?

Ha aparecido una Asociación de Periodistas Independientes en Santa Cruz y yo me voy a dar el trabajo de llamarlos, nos conocemos todos, para ver por qué. Lo único que queda es seguir siendo lo más responsables posible con las tareas que tenemos como profesionales, como periodistas y también ya como participantes de los gremios ya sean de la federación, del Colegio de Comunicadores o de la Asociación de Periodistas.

Queda ser transparentes y saber comunicarnos con la gente, demostrar que nuestra palabra va acompañada de nuestros actos. Creo que ésa es la batalla que hay que librar y vencer.

APLP