Tomado de
Natalie Fenton es profesora de Medios y Comunicación en Goldsmiths, Universidad de Londres, donde también es codirectora del Centro para el Estudio de los Medios de Comunicación Globales y la Democracia. Fue Vicepresidenta del Consejo de Hacked Off durante 7 años y fundadora y ex presidenta de la Media Reform Coalition (la Coalición para la Reforma de los Medios de Comunicación en Reino Unido). También forma parte del Consejo de Declassified UK, una web de periodismo de investigación que analiza en profundidad la política exterior británica.
Miriam Lewin: ¿Cuál debería ser el rol de los medios en las sociedades democráticas?
Natalie Fenton: Bueno, vivimos en sociedades fuertemente mediatizadas. Y los medios de comunicación son tanto una fuente de placer y de entretenimiento como un medio de educación y de acceso a la información. Los medios nos brindan experiencias colectivas y nos permiten adquirir conocimientos acerca de cuestiones como, por ejemplo, cómo afrontar la pandemia del coronavirus o decidir a quién votar en las elecciones generales. Nos permiten construir nuestra propias identidades. Es decir que las ideas y los conceptos que la gente utiliza para darle sentido a un mundo cada vez más complicado dependen en cierta medida de las imágenes y los marcos conceptuales que ofrecen los medios de comunicación. Por eso se suele afirmar que unos medios sanos son la esencia de la democracia. Porque las noticias proporcionan, o al menos deberían proporcionar, recursos vitales para los procesos de recopilación de información, de deliberación y de análisis que nos permitan, en tanto ciudadanos, participar en la vida política y así lograr que la democracia funcione mejor. Pero para ello necesitamos que los medios de comunicación cubran una amplia gama de temáticas desde una gran variedad de perspectivas respetando la mayor diversidad de voces posible. Ello requiere un tipo de periodismo que pueda operar libremente y sin interferencias por parte de instituciones estatales o de presiones corporativas. Y en un mundo ideal eso significa, por supuesto, que esos medios analicen la totalidad del entorno sociopolítico, que les exijan ciertas responsabilidades a los actores más poderosos, que proporcionen una plataforma para un debate inteligible y esclarecedor, y fomenten el diálogo entre distintos puntos de vista. Aunque esto es bien sabido, se trata de un concepto que se sustenta en la concepción de un periodismo independiente que funciona en base a un interés público. Pero la realidad es a menudo muy diferente. Y el reconocimiento de esa brecha entre la noción ideal y la realidad es crucial para entender qué es lo que salió mal y qué tenemos que hacer para que la democracia y la sociedad funcionen mejor, con un periodismo de noticias saludable.
ML: ¿Qué impacto tiene la concentración de la propiedad de los medios en la sociedad?
NF: El tema de la propiedad y de la producción de contenidos es central si tenemos en cuenta la importancia de los medios de comunicación en nuestra vida cotidiana. Es muy importante el cómo se comunican los mensajes… Y saber que el tipo de valores, creencias y formas de comprensión que promueven los medios en determinado momento son fundamentales para nuestra propia comprensión del mundo. Importa qué voces se excluyen dándole prioridad a otras, cuáles se margina o se tergiversa, qué ideas se priorizan y cuáles se ignoran. Ahora bien, cuando la propiedad de los medios de comunicación está concentrada en manos de unos pocos multimillonarios, esas decisiones sobre qué incluir y cuán diverso puede ser nuestro panorama mediático son tremendamente distorsionadas. En el Reino Unido, por ejemplo, los periódicos siguen marcando la agenda a nivel nacional: tan sólo tres empresas controlan el 90% de la prensa escrita. Pero lo mismo ocurre en internet y, en cierta forma, el panorama es peor. Los medios son propiedad de unas pocas empresas tecnológicas –que no están reguladas y son muy ricas – y de plataformas de redes sociales. Apple ha sido la primera empresa en alcanzar una capitalización de mil millones de dólares en la historia. Jeff Bezos, fundador y propietario de Amazon, era la persona más rica de la historia hasta que llegó Elon Musk, que ahora, por supuesto, es dueño de Twitter. Y estas corporaciones: Facebook, Google, Amazon son los mayores oligopolios jamás vistos. Existen simplemente para ganar dinero con publicidad. Nos seducen y nos llevan hacia sus plataformas, monitorean nuestro comportamiento y luego venden esa información a los anunciantes para que puedan dirigir sus productos con mayor precisión. Esos gigantes tecnológicos ejercen un considerable poder de control sobre la forma en que las audiencias descubren, acceden y consumen contenidos en los medios y ajustan constantemente sus algoritmos para maximizar sus ingresos publicitarios. No están interesados en las cuestiones relacionadas con el suministro democrático de la información. Sólo les interesa ganar dinero. Y eso es realmente una mala noticia para la democracia.
ML: ¿Cuál creés que debe ser el papel del Estado?Los grandes propietarios de los medios y las cámaras de comercio suelen decir que cualquier tipo de regulación tiende a limitar la libertad de prensa, la libertad de expresión. Acusan a quienes promueven las regulaciones de censura, perjudicando a la democracia. ¿Qué opinás al respecto? ¿Esto también sucede en el Reino Unido?
NF: Siempre se asoció la libertad de prensa con la capacidad de los y las periodistas de hacer su trabajo sin interferencias por parte del gobierno. Y esto siempre estuvo relacionado con el hecho de que si un Estado empieza a regular, empieza a exigirle a los medios ciertas condiciones, entonces está siendo autoritario, está censurando. Se dice que el control de los medios de comunicación puede darse, por ejemplo, a través del financiamiento de la concesión de licencias, de ciertas leyes, del pago de impuestos, del sponsoreo, o de la designación de cargos. Pero el argumento se ha ido distorsionado y terminó siendo relacionado con la libertad de mercado. Lo que más le preocupa a los medios de comunicación es que alguna ley o algún tipo de regulación pueda limitar o restringir ese mercado que les permite obtener grandes beneficios. Es decir que no estamos hablando de libertad de expresión, estamos hablando de la libertad de ciertas organizaciones muy poderosas para ganar mucho dinero…
ML: ¿Cuál es el rol de las plataformas? Aquí en Argentina cada vez menos gente ve televisión y cada vez más gente ve contenidos en Amazon, Netflix, Apple TV, etc. Y parece ser un fenómeno mundial…
NF: Creo que ese es un verdadero problema, y por varias razones. Una es que desintegra por completo la capacidad de comprensión colectiva de la realidad. Con las plataformas y, en particular, con las plataformas de video on demand o pagas, que orientan el contenido a las necesidades específicas de cada usuario o usuaria, uno está inmediatamente limitando, en tanto ciudadano, el tipo de cosas con las que va a encontrarse, las cosas que va a ver o leer. Y eso a veces es cómodo. Es lindo, en tanto consumidor o consumidora de noticias, ir a tu cuenta de Twitter o a una plataforma en particular y recibir contenidos que se adapten a tu orientación política o a tu forma de entender las cosas. Pero eso no es lo mejor para nuestra forma de entender el mundo y para nuestra tolerancia hacia otros puntos de vista y temas diversos. El segundo problema es bastante básico y tiene que ver con que la brecha digital sigue siendo enorme. Cuanta más gente se conecta a internet, menos gente consume contenidos, menos gente consume noticias e información. Ese patrón de desigualdad en nuestra vida cotidiana se replica en internet de todas las formas posibles. Los usuarios y usuarias habituales de internet –en lo que se refiere a consumo de contenidos– tienden a ser más jóvenes, más educados, más ricos, y es más probable que vivan en ciudades que en el campo, y que sean hombres antes que mujeres. Hay muchas investigaciones que señalan que el uso de internet podría ser similar para todos nosotros. Todos y todas lo usamos para entretenimiento, por ejemplo. Pero cuando se trata de noticias e información, hay una clara correlación entre el nivel educativo y la clase social.
ML: ¿Qué podemos hacer para detener la desinformación? Porque aquí muchas empresas, muchos propietarios de medios de comunicación dicen que el periodismo de calidad es una herramienta para luchar contra esta desinformación. ¿Es así?
NF: La desinformación es un problema enorme. Y la respuesta está en contar con medios de comunicación confiables, plenamente responsables y capaces, que además estén regulados de forma independiente y eficaz. En la medida en que esto no suceda, la gente no va a confiar en los periodistas y no va a confiar en que los medios de comunicación estén diciendo la verdad. Y los medios de comunicación van a seguir vendiendo y produciendo desinformación sin fin. Es cierto: la desinformación viaja mucho más rápido en la era digital y puede ser utilizada con fines dañinos.
ML: En Argentina se hizo evidente recientemente que el discurso de odio en las redes sociales tiene consecuencias en el mundo real. ¿Qué podemos hacer al respecto?
NF: Los discursos de odio son uno de los grandes temas de nuestra era, y viajan muy rápidamente por internet. Se trata de un gran problema social. Y ahora se ha transformado en un asunto global. Varios países están ensayando diferentes soluciones. En el Reino Unido, por ejemplo, actualmente hay un proyecto de ley en el Parlamento llamado Online Harms Bill (Proyecto de ley de seguridad en línea), originalmente diseñado para evitar que el contenido dañino viaje tan rápidamente. Pero los gigantes de la tecnología no se mostraron, al día de hoy, dispuestos a evitar que este material viaje tan rápidamente. Lo controvertido del discurso de odio es que crea respuestas y un tipo de enganche en línea. Y eso es bueno para las ganancias de las empresas tecnológicas. Por eso han sido reacios a autorregularse. Lo que este proyecto proponía era precisamente evitar este fenómeno, pero ha ido cediendo ante la presión de los gigantes tecnológicos y de otras organizaciones comerciales. Los medios de comunicación en el Reino Unido formaron un lobby muy eficaz para que el contenido de sus plataformas no se incluyera en este proyecto. Sin embargo, sabemos que es allí –por ejemplo– donde muchos y muchas periodistas son trolleados y maltratados. Hay mucha misoginia, mucho racismo en esas plataformas. Los medios y organizaciones de noticias no quieren ser regulados por las mismas razones que les permiten generar más clics y obtener más beneficios. Este es un problema muy importante y las sociedades aún no saben cómo abordarlo.
APLP